lunes, 7 de diciembre de 2020

Crónica: Un reencuentro con amistades en tiempos de pandemia

 Escribe: Pedro N. Castañeda Pardo

    La tarde estaba asustada, triste, preocupada y hasta podría decirse asombrada. Se cubría entre nubarrones y chispas del sol de otoño que envolvía  el cielo de Huaral. No era para menos, estábamos atravesando, como hasta ahora, la pandemia del Covid-19  que nos tiene asustados a todos.

    Con anticipación, mi amigo Alejandro Marín, me había invitado a una reunión mediante una llamada telefónica. -Hola Pedro, visitame el domingo por la tarde, quisiera conversar  contigo algunos asuntos, me dijo.

 -No hay problema. Trataré de ir, le confirmé. Pero, en seguida pregunté, si era una reunión familiar, amical o social. Además, insistí en la hora; pues, considero que es muy importante para toda reunión.

    Enseguida, el anfitrión me confirmó, con bastante tranquilidad,  que sólo iba asistir otro amigo en común y definitivamente sería en la tarde.

    Efectivamente, llegada la hora de aquel domingo, al ingresar a la casa pude observar en el patio una mesa blanca con tres sillas distantes, donde dos de ellas estaban ocupadas. Pues, el otro invitado y el amigo Alejandro ya estaban sentados. Se protegían con sus mascarillas de marca desconocida.  Entonces, como lo hace la mayoría, en estos tiempos, nos saludamos con un toque de puños poniendo de manifiesto nuestra añeja amistad.

    Me invitaron a sentarme y pude notar alrededor del  patio unas plantas pequeñas de paltas y mangos que adornaban aquel espacio flanqueado por  ladrillos cobrizos.

    Como es de suponer la mesa estaba de separador, no había nada en ella. Entre bromas recordábamos que, en mi caso, no lo había visto a Alejandro desde las elecciones del año 2010, cuando participamos en política apoyando a Fuerza Regional. El otro invitado, a quien tampoco veo con frecuencia, era Marcos Reyes. Fue un reencuentro de viejos amigos, que nos conocimos por los avatares de la política. A Alejandro Marín lo conocí allá por la década del 80, cuando yo era estudiante universitario en Lima y aún saboreábamos los humeantes festejos de la joven provincia de Huaral creada en el año 1976. En cambio, con Marcos Reyes cultivamos amistad en la década de los 90, cuando nos propusimos trabajar por la integración de la floreciente provincia que, desde entonces nos cobija con nuestros problemas e ilusiones. Años después, Alejandro Marín llegó a ser alcalde de Huaral con el Movimiento Democrático Huaralino. Para entonces, existía una resistencia cultural de un determinado grupo en la capital de la provincia que, de una manera disimulada, contradecía al hombre andino como autoridad. 

    Sentados cómodamente sobre las  sillas, conservando la distancia y con las masacrillas danzando acrobacias faciales, empezamos a recordar muchos pasajes de nuestra amistad en esta vida terrenal. Recorrimos imaginariamente toda la provincia. En ella nos topamos con los nombres de muchos amigos que han sido víctimas de esta pandemia. Encontramos a nuestras comunidades campesinas con los mismos problemas de siempre: el olvido gubernamental.

    Recordamos que la vértebra principal de la provincia no está asfaltada. Es decir, la carretera desde Acos hasta Huayllay.  ¿Cómo podemos desarrollarnos entonces? La contaminación nos está ganando. El río, fuente de vida, está empezando a contaminarse.

    En este reencuentro  nos dimos cuenta que los años no  han pasado en vano; pues, como evidencia  de su trayectoria nos han dejado  jardines de canas plateadas que, expuestos al brillo de sol se muestran como los nevados del Keropallka y el Alkay. Sin embargo,  los problemas de la provincia siguen latentes, con el agravante de que están aumentando en el sector salud, ambiente  y educación.

    En otro momento, les comentaba que siempre viajo a la sierra de Huaral, pues vivo enamorado de su geografía, de su río tan hermoso y puro, de aquellos cerros que han sido fuente para escribir muchos versos y más que nada, de la bondad de su gente. Fue cuando surgió el recuerdo de una promesa incumplida, aquella que no se pudo cumplir por las mismas responsabilidades de la vida. Aquella que consistía en recorrer con nuestros amigos todo el valle y llegar a Kollpa a disfrutar de sus aguas termales. Seguidamente, con los ánimos caldeados de emoción y con una  esperanza juvenil quedó en el tintero que, ni bien termina la pandemia del Covid-19 , estaremos surcando el zigzagueante afluente desde la playa de Chancay hasta las cumbres más elevadas de ésta generosa tierra.

    Cuando la tarde se iba agotando, apareció la esposa de Alejandro con unas tazas de café y galletas, cerrando, de esta manera, aquella jornada con la promesa de volvernos a encontrar.

     Nos levantamos. 

    Alejandro nos acompañó hasta la puerta y con un toque de puños nos despedimos. Quedó el patio y la penumbra como testigo de aquella jornada de reencuentro de memorables amistades. Amistades que siguen floreciendo, aun cuando los vientos soplan en contra.
 

1 comentario:

  1. Muy interesante el reencuentro con los viejos amigos y recordar tiempos pasados a pesar de la pandemia pero queda aún pendiente mucho que hacer por la Provincia de Huaral

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