martes, 20 de mayo de 2014

Cuento: NITO ROCA


Cuando los primeros vientos de la mañana acariciaban el paisaje, Nito Roca se levantó para ayudar a su familia. Él vivía en las proximidades del cerro Antajirka, donde nace el Atukmayu, conjuntamente con su madre y sus dos hermanos menores, con quienes se dedicaban al pastoreo de ovejas. Los pastizales apenas podían notarse y los campos parecían llorar cuando se escuchaban los aullidos de los zorros. Los gritos de las huachhuas se extendían por la pampa para ser contestadas por el cerro morado. Las vizcachas, un tanto alborotadas, saltaban de piedra en piedra en busca de paja. Al lado, en la laguna, se había formado un cúmulo de escarchas que parecían espejos perpetuos, donde podía mirarse el cielo.
Cuando Nito dio sus primeros pasos, las ovejas, aún, rumiaban en el corral, mientras de la pampa vestida de ichus brotaban perfumes frescos que recorrían el valle.
En la choza, el receptor de dos bandas sintonizaba con dificultad, emisoras provenientes del Centro del Perú.
-Son a la seis de la mañana en Radio Chupakirka- dijo el locutor, al momento que el niño se colocaba las orejeras.
Enseguida, abrió la puerta del corral y arreó el ganado por la ruta de siempre.
-¡Vamos Cenizo! ¡Corre corre!- le dijo a su perro, dándole órdenes para que guíe a las ovejas hacia el lugar de pastos frescos. No pasó mucho tiempo y el ganado ya había superado la llanura.
A pesar de las dificultades climáticas, Nito era feliz. Sin embargo, tenía que ser fuerte como la roca para superar la reciente muerte de su padre, quien había fallecido trabajando en la mina de Antajirka. 
En efecto, mientras recorría la puna, como reclamándole al infinito, Nito cantaba un yaraví que se escuchaba, así:
Cerrito de Antajirka,
devuélvame a mi padre;
Ullqu Antajirka
devuélvame a mi padre.
Anta, metal precioso
Por tu culpa
no tengo padre….
En su descenso de la cumbre con dirección a su choza, él pudo ver a los lejos, la blancura de las nubes que parecían lanas desmenuzadas. Corrió y saltó con el Cenizo sobre los colchones de champa que cubrían toda la llanura.
Entre tanto, doña Rosa, madre de Nito, asistida por un montón de champas(1) preparaba el desayuno para sus vástagos. La choza se mostraba como un lunar en esa inmensa pampa llena de verdor.
Ni bien retornó a su choza, desayunó de manera rápida. Enseguida tomó su morral elaborado de costalillo de harina y lo revisó. Ahí estaban: un cuaderno rayado de 200 hojas, otro cuadriculado de igual cantidad de hojas, un lápiz de madera que llevaba el sello de una marca desconocida y un borrador de dos colores. Puso en su morral un poco de cancha, charqui y cushuro(2) sancochado, alimentos que formarían parte del fiambre de ese día.
Inmediatamente abrazó a su madre. Tocó la cabeza del Cenizo. Miró a sus hermanitos que aún dormían, y de manera veloz se alejó de Antajirka. Su escuela estaba en el pueblo de Chupas, distante a dos horas de camino cuesta abajo. Para el cual tenía que sortear un cañón accidentado  (continúa.....)
Parte del cuento Nito Roca. (Fuente: Cuentos de un Caminante)

Nito Roca forma parte de ocho cuentos de la obra "CUENTOS DE UN CAMINANTE" publicados por el escritor huaralino, Pedro Nicolás Castañeda Pardo.